Sería puntilloso pretender plantear entre la derivación matemática de sucedáneos unidimensionales una figura que exprese tanto como la distancia constante, la preciada intersección en el infinito, y la voluptuosa aleatoreidad de un devenir impreciso, precisamente porque esa variabilidad invalida cualquier enfoque o análisis que se quiera hacer desde la fundamentación de la certidumbre aunque situarse en su antípoda permite claridad y verdadero entendimiento de la naturaleza que regenta tal devenir. Así que pese a mi apego a la concresión me traiciono en busca de ese comprensión y admito el azar como catalizador de una irregular voluntad. Ahora hay una claridad más interrogativa que genera dos bloques de interpelación a la historia y a la necesidad de sobrellevarla desde éste estado. Una es la productividad como cima de una trayectoria y otra es la aparente intermediación de roles; quedan otras líneas derivadas como la sustracción física o el apego a la conservación social. Queda también, restringido a un corpúsculo de idea mal definido, la noción de que la falta de visión profética y consciencia histórica subsume las existencias en su negación continua.
La obra se hace repelente por su ataque personalizado y sin embargo parece que detrás de ese golpe hay una magistral síntesis de el sinsentido.